La adicción a las pantallas, ¿qué hay detrás de ella?

La adicción a las pantallas, ¿qué hay detrás de ella?

“En cierto modo, el cigarrillo, la botella de vino, la raya de coca… se convierten en un amante, una madre, un gurú que proporciona el alivio que ansío. Me devuelve al vientre materno, me libera de las cargas que llevo a cuestas. Me quita el malestar. Me trae a casa… temporalmente”. Jeff Foster.

 

La adicción a las pantallas no es distinta a otras adicciones conductuales. Quizás es más difícil de reconocer porque la hemos normalizado.

 

Y la hemos normalizado porque muchas personas hacen un uso abusivo de los dispositivos, más allá del trabajo, que muchas veces puede ser una excusa, y hemos difuminado esa línea que nos permite ver lo que es un problema y lo que no. Nadie dudaría un segundo en calificar como adicto a un señor que pasa cinco horas diarias jugando en una máquina de un bar. Sin embargo, no creemos que una persona que pase 5 horas al día en un red social sea adicta a esa red social. Es más, no sólo no lo vemos sino que lo hemos convertido en lo normal. Y haberlo hecho, nos impide ver el problema.

 

La adicción es una enfermedad que se caracteriza por una búsqueda patológica de la recompensa o alivio a través del uso de una sustancia, conducta o persona. ¿Y qué es lo que caracteriza a las adicciones? Pues básicamente cuatro cosas: la pérdida de control (se me va de las manos), la dependencia (lo necesito sí o sí), la tolerancia (quiero más) y el síndrome de abstinencia (cuando no lo tengo, estoy mal). Y por ello, tu vida se empieza a convertir en una única cosa: solo disfrutas de aquello a lo que tienes adicción aunque estés metido en un infierno. A veces, eres consciente. A veces, no.

 

La adicción a las pantallas, como otras adicciones, te lleva a descuidar cualquier aspecto de tu vida: tus relaciones, tu trabajo, tu descanso… La pantalla te da placer o alivio en el momento pero va afectando a medio plazo a tu salud y a tu vida en general.

 

¿Qué hay detrás de las adicciones? Detrás de las adicciones hay miedo, hay vacío, hay una búsqueda de calma a través de un camino incorrecto, hay dolor que no se sabe gestionar, hay desconfianza, hay desconexión, hay seres humanos sintiéndose incompletos en busca de algo que les llene a través de atajos basados en el placer inmediato, y que son sólo es eso, placeres inmediatos. Hay un conflicto, hay frustración, hay impotencia, hay soledad… y la adicción te «salva» de todo eso, se ofrece como un remedio mágico, como eso que te proporciona alivio. Cubren esos vacíos, esas soledades, esas desconexiones, esas frustraciones, esa soledad de quien no ha encontrado o no conoce su propósito en la vida. 

 

En el caso de la adicción a las pantallas, o sencillamente las conductas abusivas, se pueden esconder muchas de esas cosas que antes mencionaba. Pero también hay mucha incapacidad para enfrentarse al aburrimiento, al no hacer. Vivimos en una sociedad consumista que empuja a estar siempre consumiendo. Lo que sea. Y nada más rápido que consumir contenido y contenido a golpe de clic, que llevamos encima 24 horas al día, que además pasa desapercibido. Hemos caído en la trampa de que necesitamos eso constantemente. Sin darnos cuenta de que nos venía algo demasiado grande.

 

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¿Qué es el acompañamiento transpersonal?

Es un acompañamiento del alma, un acompañamiento en la búsqueda de ser seres completos, abrazando nuestra parte oscura, nuestra sombra, las heridas de la infancia; un acompañamiento para que mires hacia dentro con compasión, sin juicio; en el que estar presente y hacernos conscientes cobra especial importancia. Puedes pedir hora a través de nuestra web adictosalatecnologia.es.

La adicción a las redes sociales o la podredumbre cerebral

La adicción a las redes sociales o la podredumbre cerebral

La adicción a las redes sociales reduce la materia gris, disminuye la capacidad de atención, empeora la memoria y distorsiona procesos cognitivos. Y no lo digo yo, que también lo recalco una y otra vez porque son muchos los estudios que lo están diciendo desde hace tiempo. Lo corrobora también este metaanálisis reciente. Por si lo no sabes, un metaanálisis sintetiza la evidencia procedente de estudios disponibles sobre un tema. Y lo que viene a decir éste en concreto sobre el uso incontrolado de Internet y la adicción a las redes (esa que muchas familias creen normal), es que pudre el cerebro.

 

La adicción a las redes sociales y a internet provoca cambios en el cerebro, y eso afecta al comportamiento y a las capacidades de una persona.

 

Hablemos ahora de pudrir el cerebro. El término «podredumbre cerebral» ha ganado relevancia en los últimos años para referirse a la preocupación sobre el impacto del consumo excesivo de contenido de poca o baja calidad en redes sociales. De hecho, en 2024, este término, más bien expresión, fue elegida como palabra del año por Oxford. Según el Oxford English Dictionary, el término brain rot se define como “el supuesto deterioro del estado mental o intelectual de una persona como el resultado del consumo excesivo de contenido online que es considerado trivial o poco desafiante. Es decir, contenido basura, chorra, malo…

 

Y la verdad es que lo primero que se me viene a la cabeza son TikTok y Youtube, sinceramente.

 

Pienso en esos niños viendo vídeos de cómo otras personas juegan a algo; en esas niñas viendo bailes ridículos o «tutoriales» de cremas y maquillajes de mala calidad y que no necesitan… y es que es imposible que esas cosas no pudran el cerebro.

 

En los últimos años, la ciencia ha demostrado a través de numerosos estudios que este consumo excesivo de contenidos basura en internet está cambiando nuestros cerebros, la evidencia dice que las redes sociales están reduciendo la materia gris, disminuyendo la capacidad de atención, empobreciendo la memoria y distorsionando procesos cognitivos fundamentales. Esto es lo suficientemente importante como para que nos lo tomemos en serio y no permitamos que eso configure el cerebro de nuestros hijos. De las familias depende poner freno.

 

Si sientes que las pantallas han tomado el control de tu casa o quieres evitar que eso suceda, Desconéctales es el curso que te va ayudar a tomar conciencia de los retos y problemas a los que nos enfrentamos, ayudándote en la tarea de una buena relación con las pantallas en el hogar. Porque la salud de las familias pasa inevitablemente por un uso adecuado de una tecnología que ha invadido todos los espacios. Tres horas de formación en vídeo alta calidad, para hacer a tu ritmo, con autoevaluaciones voluntarias en cada tema y ebook.

Los móviles y la mala educación.

Los móviles y la mala educación.

Lo de los móviles y la mala educación alcanza cotas dantescas. Hace poco, en un restaurante, nos encontramos una mesa con unos diez adultos y seis chavales, de unos 13-14-15 años de edad. Todos esos chavales con un móvil en la mano, excepto uno. Se hablaban de vez en cuando mientras cada uno seguía con la mirada puesta en su móvil. El que no tenía, hablaba, iba mirando el móvil de el de al lado. Aquí ya vemos un ejemplo claro de lo de los móviles y la mala educación en grupo.

Cuando llegó la comida, tres de ellos dejaron el móvil. Dos siguieron con él. Uno lo posó al lado para seguir viendo la pantalla. Otro, el caso más dantesco que he visto, lo tenía en su mano izquierda. No lo soltó, literalmente, ni un minuto. Comía huevos fritos con patatas. Bueno, no comía, engullía. Porque claro, si uno no está a lo que está, pues eso.

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No todo es relativo, no todo vale, no todo depende. Hay cosas que, objetivamente, están bien y otras que están mal. Punto. 

 

Como no soltaba el móvil, los huevos se los comía enteros, sin partir, sin romper con un trozo de pan. Nada. Todo por no soltar el móvil. Cogía el huevo frito entero con el tenedor de la mano derecha y lo engullía. Hubo un momento en que bajó la cabeza y se metió la comida con la boca, directamente del plato. Sí, un chaval de metro ochenta. Insisto, todo por no soltar el móvil. Otro ejemplo claro de los de los móviles y la maña educación, además de ejemplo de un claro problema.

Terminó la comida y todos otra vez con el móvil. Un rato después salieron fuera del restaurante. Tenía yo pocas esperanzas de que fueran a hacer algo distinto. Efectivamente, salieron, se sentaron en un banco en fila y todos con el móvil excepto el que no lo tenía, que se sentó también y miraba un móvil ajeno y hablaba.

 

Y ahora es cuando me dicen eso de no puedes juzgar por haberlos visto un rato.

 

Claro que puedo juzgar y lo voy a hacer. Eso se llama mala educación. Estar con un grupo de personas y estar usando permanentemente o de forma continuada tu móvil es una falta de respeto. Punto. Y ni un solo adulto en esa mesa dijo ni mu. Y además, te digo otra cosa.

 

Cuando tú usas tus dispositivos en según qué circunstancias, das mucha información de cómo los usas. 

 

A ver si creemos a estas alturas que esos chavales, el resto del día, no tocan el móvil. Es muy probable que lo usen más de cinco horas al día y me atrevo a decir que el de los huevos fritos, pasará de las 7-8 horas diarias.

 

Así que empecemos a juzgar y empecemos a hacerle ver a la gente que, además de un problema, tenemos una falta de educación alucinante. 

 

Porque no te voy a juzgar si tu hijo tiene una rabieta en público y, por no tener numerito, tiras de pantallas para calmarle. Pero sí lo voy a hacer si tienes a tu hijo toda la comida, en un restaurante, con el móvil plantado sólo para que puedas comer tranquilo. Porque, como padre o madre, eres responsable. Igual que lo son esos padres del chaval del restaurante, que no hacen el amago en toda la comida de reprocharle/corregirle/hablarle/disuadirle…

 

Es negligente sabiendo lo que hoy sabemos.

 

Igual que es negligente darles un cigarro o un coche antes de los 18 años. Que lo podrán hacer cuando tú no estés delante. Pero coño, delante de ti, no. Con tu permiso, tu complacencia, no. Su cuidado es tu responsabilidad. Y si veo que no los cuidas, puedo juzgar. Me da igual si te he visto una hora o diez, o te conozco o no.

 

Recuerda, hay cosas que están bien y hay cosas que no. Y las cosas malas no se convierten en buenas aunque las haga la mayoría. 

 

Porque, insisto, una cosa es tirar de pantallas cuando estás en modo supervivencia. Porque tienes que entregar algo a tu jefe desde casa y el niño no te deja. Porque tienes que hacer la comida y la niña te lo impide. Porque estás exhausta después de todo el día cuidando de tu peque y necesitas 20 minutos para que te deje respirar. Y otra es tirar de pantallas en momentos distendidos, por comodidad, porque no te apetece poner límites. No es lo mismo, y lo sabes. Y lo de los móviles y la mala educación ha alcanzado cotas inimaginables.
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Si sientes que las pantallas han tomado el control de tu casa o quieres evitar que eso suceda, Desconéctales es el curso con el que vas a despertar y a coger las riendas. Porque la salud de las familias pasa inevitablemente por un uso adecuado de una tecnología que ha invadido todos los espacios. Tres horas de formación en vídeo alta calidad, para hacer a tu ritmo, con autoevaluaciones voluntarias en cada tema y ebook.

Prohibir el móvil mejora la convivencia: un año sin móvil en las aulas de Murcia.

Prohibir el móvil mejora la convivencia: un año sin móvil en las aulas de Murcia.

Murcia fue una de las primeras comunidades autónomas en prohibir el uso de móviles en las aulas. Fue así en enero de 2024, cuando esta medida comenzó a aplicarse. Justo, un año después, un informe de la Consejería de Educación y Formación Profesional, revela que se han reducido casi un 73% los casos de ciberacoso en el entorno escolar. También han disminuido un 23% las faltas muy graves relacionadas con agresiones, insultos, amenazas o actitudes desafiantes hacia el profesorado. Resumiendo, prohibir el móvil mejora la convivencia. Como es lógico.

 

Es lógico que prohibir el móvil mejore la convivencia. Si eliminas una herramienta para la que no están preparados, disminuyes los riesgos.

 

Y es que estas generaciones no estaban preparadas para esta bomba que les ha llegado. Primero, porque nadie les educó para ello, nadie les explicó todo lo que implica estar en Internet. Tampoco a nosotros, los adultos. Pero, y aquí va lo segundo y que nos diferencia de ellos: la propia vulnerabilidad de la etapa infantil y adolescente. No son tontos, son pequeños, son inocentes, son vulnerables. Porque tienen un cerebro en desarrollo que no les permite decidir lo conveniente en muchas circunstancias.

 

Un cerebro que muchas veces actúa desde el miedo, desde la impulsividad, desde la pura emoción.

 

Un cerebro que se queda pequeño frente a algo tan potente. Porque, si a tantos adultos les cuesta poner freno al mal uso que hacen (y no hablo solo del tiempo; hablo de lo que ven, dicen y hacen en internet), imagina a los menores. Porque si a esa ausencia de educación y a la vulnerabilidad propia de esa etapa, le sumas que esos menores están creciendo creyendo que es normal lo que pasa en Internet, la combinación es explosiva.

 

Por eso, es lógico que, desapareciendo la herramienta para la que no les han educado, para la que no están preparados y en la que están normalizando conductas no apropiadas.. los problemas y conflictos disminuyan. Por eso, prohibir el móvil mejora la convivencia. Es lógico.

 

Si quieres saber cuándo es el momento de entregar un móvil a un menor y cómo hacerlo, descubre nuestro curso DesConéctales.

Invisible, la serie que debes ver con tus hijos mayores de 12 años

Invisible, la serie que debes ver con tus hijos mayores de 12 años

Apenas veo series ni televisión. De hecho, no encendemos la tv entre semana. Pero, por algún motivo, la serie Invisible llamó mi atención. Decidí verla y lo hice con mis hijos mayores, de 14 y 12 años. El tercero, que tiene 10 años, quiso unirse al plan, como es lógico, pero a los 5 minutos decidió que no, que no era para él. Comento esto porque una de las preguntas que más me ha hecho la gente en redes sociales es si a otras edades se puede ver. Y la respuesta es «depende» pero diría que antes de los 11 años no. En cualquier caso, insisto, Invisible es una serie que debes ver con tus hijos mayores de 12 años por varios motivos:

 

    • Porque cuenta algo que nos concierne a todos y que es un problema real: el acoso escolar.
    • Porque consigue sumergirte en las emociones que acompañan a este problema: la ansiedad, la angustia, el dolor, la impotencia… Todo esto está muy bien reflejado y te acerca a todos esos sentimientos de manera muy real, en la que eres capaz de ponerte en la piel de la víctima.
    • Porque la historia te sitúa en el problema ahora y en el futuro. Las secuelas del bullying pueden verse mientras sucede, en el caso de los menores, pero también en el caso de dos personajes adultos que lo vivieron en el pasado. Y eso te ayuda a comprender que el bullying deja una herida para siempre.
    • Porque refleja muy bien cómo el miedo nos puede hacer cambiar de bando y no estar donde deberíamos estar ni al lado de quien deberíamos estar. Te muestra cómo, por miedo, podemos convertirnos en parte de una masa que no hace nada.

 

Y es que el bullying se sostiene porque hay personas que le ríen la gracia al acosador o, porque simplemente, no hacen nada y miran para otro lado.

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Invisible es la serie que tienes que ver con tus hijos mayores de 12 años porque te enseña que los malos, los villanos, pueden haber sido o son víctimas también. Y deja otra enseñanza: la violencia, en la forma que sea, solo trae más violencia. Además, recalca y trata sobre la necesidad que tiene el ser humano de de ser visto.

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Es una serie dura, incómoda pero necesaria.

 

Y sí, los móviles también aparecen en escena. No podía ser de otra forma. Y lo hace en varias escenas. Porque hoy el acoso no se limita al centro escolar. Es también otras muchas cosas, es el whatsapp metiéndote con la persona, es el gif de mofa del compañero, es que graben la agresión y es también que recibas el vídeo y lo reenvíes, o te calles y no lo denuncies. Porque con el móvil, esta generación está cometiendo muchos delitos de los que ni siquiera son del todo conscientes porque han normalizado que tener móvil y redes es aceptar todo eso. Y de todo eso, ya lo sabes, hablamos en el curso DesConéctales.

Desconectar de las pantallas en Navidad

Desconectar de las pantallas en Navidad

El uso actual de pantallas es objetivamente abusivo entre menores. En España, uno de cada tres menores de entre 11 y 17 años hace un uso problemático de Internet y de las redes, cuyos síntomas son los mismos que lo que de cualquier adicción (pérdida de control y dependencia). De nosotros, los adultos de referencia, depende, en gran medida, la relación que nuestros hijos tengan con las pantallas… y los recuerdos que de estas fechas se lleven a su memoria. Desconectar de las pantallas en Navidad es algo a lo que debemos aspirar.

 

Párate y piensa qué es aquello que recuerdas de la Navidad cuando eras niño.

Nada de lo que recordarán nuestros hijos en unos años está hoy dentro de un móvil o tablet.

 

Si tiramos con frecuencia de pantallas en estas fechas, mal asunto. Porque probablemente sea la época en que más planes se organicen en todas partes y porque, casi con total seguridad, sean las fechas con más reuniones familiares que tengamos.

Te dejo algunas recomendaciones para una Navidad sin pantallas, para que conectes con tus hijos y con las personas que tienes cerca y que de verdad son lo importante siempre:

  1. Usa el botón off: nos hemos acostumbrado a estar conectados constantemente olvidando que antes existía el botón off, ese que apagaba totalmente aquellos que habías encendido. Dale al botón off sin miedo en las reuniones familiares.
  2. Entérate de los numerosos planes que hay que esta época y pasea por tu ciudad o pueblo. Apúntate con tus hijos a todo aquello que pueda ser entretenido.
  3. ¡Sigue moviéndote o hazlo si no lo haces habitualmente!: vuelve a subirte a unos patines o a la bici, aprovecha todos esos días festivos en los que no tengas compromisos familiares para salir a la naturaleza y moverte… Bien sabrás que el deporte, la naturaleza… nos aleja de las pantallas y mejora nuestro estado de ánimo.
  4. Juega mucho: seguro que recordarás con cariño las partidas que jugabas por estas fechas con tus primos, abuelos, tíos… de bingo, parchís o cualquier otro juego de mesa. Pues ya sabes: el juego con tus hijos es una forma de conectar como no hay otra igual.

 

Lo que recuerden nuestros hijos no está en TikTok, ni en un videojuego ni en Instagram.

 

Los recuerdos, aquello que perdura en la mente, son aquellos que tienen que ver con cosas que no sólo ves como un espectador pasivo. Tienen que ver con aquellas cosas que vives, en primera persona, las que van a asociadas a emociones y sensaciones. Y eso, insisto, queda ahí porque lo vives tú.  Así que decide cuáles quieres que sean los recuerdos de tus hijos.